"Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo (...) Su propia identidad no es otra cosa que ese "sistema de interpretación", ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo persigue como un ataque contra su identidad, contra sí misma"

Cornelius Castoriadis (1988) Los dominios del hombre. Barcelona: Gedisa.


martes, 26 de enero de 2010

Sobre la muerte

por Georges Bataille

Giovanni Segantini, Ritratto di morto (1886)

LA MUERTE DESTRUYE, REDUCE A NADA al individuo que se tomaba y al que los demás tomaban por una cosa idéntida a sí misma. No solamente este individuo estaba inserto en el orden de las cosas, sino que el orden de las cosas había entrado en él y, en su interior, había dispuesto todo según sus principios. Tenía, como las otras cosas, un pasado, un presente y un porvenir, y una identidad a través de este pasado, este presente y este porvenir. La muerte destruye lo que fue porvenir, se hace presente dejando de ser. La supresión de lo que debía perseverar en él tiene como consecuencia el error que consiste en creer que lo que ya no es sin embargo es, bajo alguna otra forma (de sombra, de doble, de alma...) Nadie cree en la desaparición pura y simple de aquel que estaba allí.
Pero lo que es seguro es que la conciencia de muerte se ha alejado mucho del dato natural. El animal no solamente no tiene esta conciencia, sino que ni siquiera puede reconocer la diferencia entre aquel de sus semejantes que está muerto y aquel que vive. La muerte, en el desorden que por el hecho de su irrupción sucede a la concepción del individuo visto como parte de la coherencia de las cosas, es el aspecto que toma el dato natural completo, en la medida en que no puede ser asimilado, en que no puede ser insertado en el mundo coherente y claro. Ante nuestros ojos, la muerte encarnada en un muerto participa de un horror viscoso, está cerca de los sapos, de la basura, de las arañas más angustiosas. Es la naturaleza, pero no solamente la que no hemos podido vencer, la que ni siquiera hemos podido afrontar, y contra la cual ni siquiera tenemos la oportunidad de poder luchar. Un no se qué horrible y exangüe se aglutina en el cuerpo que se descompone, en la ausencia que nos hablaba y cuyo silencio nos subleva.



Fuente: Georges Bataille, Lo que entiendo por soberanía. Barcelona: Paidós, 1996, pp. 80-81.