"Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo (...) Su propia identidad no es otra cosa que ese "sistema de interpretación", ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo persigue como un ataque contra su identidad, contra sí misma"

Cornelius Castoriadis (1988) Los dominios del hombre. Barcelona: Gedisa.


viernes, 20 de marzo de 2009

Del latín "merĭtum"

por Leandro Gonzalez de Leon

El filósofo argentino José Pablo Feinmann ha dicho que "cualquier pelotudo tiene un blog". En verdad, es una máxima generalizada dentro y fuera de la web. Vanidad, narcisismo, exhibicionismo, mala prosa, son algunas de las críticas frecuentes hacia los millones de bloggers, floggers y demás editores de la llamada "imprenta del siglo XXI".

Los comentarios más frecuentes alrededor de la figura de Cumbio giran en torno a su supuesta "falta de méritos". ¿A qué se dedica? ¿Qué sabe hacer? ¿Los floggers tienen una ideología? Las referencias a su fealdad van en el mismo sentido. No es un agravio injustificado, sino un vacío que quienes realizan estos planteos desean llenar. Si fuera "linda", no habría discusión, ya que la belleza física suele considerarse una forma de mérito.
Hace unos días, el New York Times dedicó una nota a nuestra Agustina Vivero, a.k.a. Cumbio, cuyo espacio en Fotolog recibe, dicen, unas treinta mil visitas diarias. A partir de comentarios de amigos y colegas detecto una ficción sostenida por los medios "tradicionales" que es necesario desmontar: la radio, la tv, los diarios no son, digámoslo de una vez, meritocracias.
Aquel que considere "lamentable", "injustificada" la aparición de Cumbio en el diario neoyorquino, sobreestima al resto de los retratados en ese periódico. Casi ningún personaje de los medios -hablemos ahora a nivel local- soportaría las preguntas "¿Qué mérito tiene?", "¿Qué sabe hacer?", "¿Qué propone?", planteos utilizados para descalificar a un personaje como Cumbio.
Este argumento podrá usarse, claro está, para defender a nuestra flogger estrella. Pero también para encerrar entre grandes signos de interrogación al resto de las celebridades que -desde Jacobo Winograd y Marcelo Tinelli hasta Claudio Zin y Mariano Grondona- superpueblan la pantalla con su espontaneidad, sus prejuicios y su sentido común a flor de piel. ¿Qué mérito tienen? En general, escaso. Algunas habilidades, simpatía, encanto... El problema está precisamente en pensar que deben tener algún mérito anterior a su aparición en el medio.
Otras sensasiones distitintas de la admiración de la belleza y la inteligencia operan: complicidad, compañía y, principalmente, identificación. El fenómeno flogger hace evidente un mecanismo sin el cual Miguel Ángel Rodríguez y Mario Pergolini no podrían subsistir, un mecanismo fundado no en la admiración del superior, sino en el reconocimiento del igual. La cadena de la mediocridad.

La frase "cualquier boludo tiene un blog" es el grito deseperado de quienes han perdido el privilegio de la publicación. Quien publica un libro debe tener recursos para hacerlo. Recursos económicos, amistades, roces, que hagan posible la impresión y distribución de sus ideas. No sería justo afimar que "cualquier boludo publica un libro". Yo diría "sólo algunos boludos pueden hacerlo". Porque su condición de boludos o no boludos no alterará el proceso. Si dispone de los medios, publicará. En el peor de los casos, nuestro boludo imaginario escribirá un libro espantoso y venderá pocos ejemplares, perderá dinero, etc. Su único "mérito" habrá sido la publicación, privilegio devaluado con la explosión de las publicaciones electrónicas.
Si después de este juicio, volvemos la mirada a los bloggers, sólo podremos decir que son más numerosos. La vanidad, el narcisismo y la estupidez cundan, pero no más que en el resto de los espacios, donde los boludos siempre serán mayoría.


Anexo
  • Video donde José Pablo Feinmann, visiblemente irritado, habla de los blogs. Pese a que Carmen Barbieri publica libros, JP no está en contra de ellos. Sus opiniones sobre la Feria del Libro me parecen justas y semejantes a las ideas de este post.
  • Nota de Christian Ferrer sobre blogs. Estamos de acuerdo con la mayoría de sus planteos, sólo que si cambiamos "blogs" por "libros", los adjetivos serían más o menos los mismos.
  • Nota de Diego Mancusi (Rolling Stone) muy parecida a esta, que leí minutos antes de postear. Promete desarrollar una teoría, pero no puede salirse de la lógica mérito-no mérito y la expresión subyacente: ¡Qué barbaridad! La presencia de Karina Jelinek en la televisión es más comprensible que la presencia de Feinmann. La frivolidad no es el desvío sino la norma. Mientras ignoremos esto, no podremos entender ni explicar ningún fenómeno mediático.
Actualización. Mayo de 2010


Seguimos discutiendo en la cátedra de Tecnologías Educativas (UBA) de Diego Levis.

Esto opina German A. Serain.
Algunos acuerdos: "ni el libro ni el blog, por el mismo hecho de ser cada vez más accesibles, garantizan la capacidad intelectual de sus creadores". No existen ni nunca existieron garantes en este rubro. Mucho menos en el arte. Supone la aparición de lo nuevo, lo contingente. El "pensamiento garantizado" (o la Sabiduría Garantizada) no sería pensamiento.
Algunas objeciones: el medio condiciona, sí. Pero nunca determina.
La brevedad no tiene una relación necesaria con lo superificial o lo banal. Recordemos los Salmos, o las Rimas de Bécquer. Además (y esto sí es obvio) extensión no implica profundidad.
No buscamos en una entrada de blog o en un tweet lo mismo que en los libros. Cada nuevo espacio requiere un lenguaje específico, nuevas convenciones, nuevos estilos.
No hablamos en el chat como hablamos en la escuela. No nos dirigimos a nuestro abuelo como a nuestro hermano. Debemos dejar de ver "desviaciones" o "deformaciones" del lenguaje. No es el mismo lenguaje. Es otro. Hay que conocerlo. Hay que reconocerlo.