Shepard Fairey, "Obey", tiene 38 años y una cara de púber terrible. Lo único de su aspecto que ha sufrido el paso del tiempo son los dientes, amarillos y gastados y algo del pelo, cuyas faltantes le hacen la frente un poco más amplia. El resto, aparenta estar intacto, adolescente. Fairey es diseñador gráfico y lleva una de esas vidas en las que cada acto pareciera confluir en un mismo cántaro. Estudió arte en la Rhode Island School of Design, y por aquella época era fanático del skate y el punk rock. Imprimió sus diseños en remeras y skates y no pasó mucho para que saliera a tapizar las calles con sus famosos pósters. André the giant has a posse (André el gigante tiene una patota), uno de los primeros, era la imagen de un luchador francés con esa leyenda y no sólo causó impresión en los transeúntes sino también en la policía que detuvo a Fairey por vandalismo. Los siguientes: OBEY (“Obedece”) en letras grandes y de nuevo la figura intimidante de André. Join the posse, Obey the giant, entre tantos otros, hicieron furor. Por alguna razón a los humanos nos seducen las órdenes.
Algo de Obey me hizo acordar a los hermanos Vergara que graffiteaban: “En mi casa tengo un póster de cada uno de ustedes. El Che” o “Tiemblen fachos, Maradona es zurdo”. La serie Giant de Fairey que contiene los retratos más emblemáticos del Che, Lenin, Mao, Stalin, y el Subcomandante Marcos entre otros, es la que produjo la similitud. También la famosa ilustración de la tapa de Rebelión en la granja de Orwell. Pero es sólo eso, una similitud. Los Korol graffiteaban en los ’80. Y en Argentina. Con Bignone de presidente. Después terminaron en El show de Videomatch. Fairey diseñaba y salía a pegar sus pósters en los ’90. Y en Estados Unidos. Y ahora es un artista millonario. Aunque muy criticado por hacer de su rebelión un negocio. Fin de la coincidencia.
Para Obey el sentido de su obra se encuentra estrechamente relacionado con la fenomenología, el arte sorprende al transeúnte y se produce una experiencia directa entre sujeto y objeto, generando un supuesto efecto movilizador. Podríamos pensar también que tiene alguna relación con la figura del artista revolucionario de los ‘60/’70 que analizan Ana Longoni y Mariano Metsman en Del Di Tella a Tucumán Arde (El cielo por asalto, 2000) y Claudia Gilman (enfocado desde la literatura, pero con la misma lógica) en Entre la pluma y el fusil (Siglo XXI, 2003) aunque, en el caso de Obey, con mucha pluma y una clara ausencia del fusil. Si bien establecer tales comparaciones (Obey, fenomenología y arte revolucionario) resultaría muy interesante, por el momento prefiero quedarme con las imágenes que son sencillamente fantásticas. Las de Barack Obama y sus orejotas mirando lontananza con las inscripciones “Hope” y “Progress” son consideradas un nuevo ícono pop. Pero mis preferidas son las de Bush, en particular “Or was it hug babies and drop bombs?...hug bombs and drop babies?” (“¿Era abrazar bebes y tirar bombas? ¿O abrazar bombas y tirar bebes?”).
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