
Todas las noches sus antiguos amores se le presentaban por turno en forma de pesadilla. Y Salzman lloraba por la ausencia de ellas.
La primera novia, la verdulera de Burzaco, la pelirroja de Villa Luro, la inglesa de La Lucila; la arquitecta de Palermo, la modista de Ciudadela. Y también las novias que nunca tuvo: la que no lo quiso, la que vio una sola vez en el puerto, la que le vendió un par de zapatos, la que desapareció en un zaguán antes de cruzarse con él.
Después Salzman lloraba por las novia futuras que aún no habían llegado. Los hombres sabios no se burlaban del ruso pues comprendían que estaba poseído del más sagrado berretín cósmico: el hombre quería vivir todas las vidas y estaba condenado a transitar solamente por una. Aprendan a soñar lo que se contentan con sacarse la lotería...
Dolina, A. (2008) [1988] Crónicas del Ángel Gris. Buenos Aires: Colihue, pp. 109-10.
Imagen: Carlos Nine, 1982, tomado de acá.
Imagen: Carlos Nine, 1982, tomado de acá.