"Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo (...) Su propia identidad no es otra cosa que ese "sistema de interpretación", ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo persigue como un ataque contra su identidad, contra sí misma"

Cornelius Castoriadis (1988) Los dominios del hombre. Barcelona: Gedisa.


jueves, 16 de septiembre de 2010

He fracasado como escritor...

por Macedonio Fernández

He fracasado como escritor -quisiera acordarme de algo en que no haya fracasado para mostrar que hay variedad en mis andanzas. Me parece que para conversar desde la esquina con un vigilante que tiene frío, a las dos de la mañana, farol más o menos y un tranvía quejándose al doblar la calle, me he señalado. Mi conversación cuando llega hasta el centro de la calzada, donde nacen y se quedan estos funcionarios, tiene, según me lo he oido decir a mí mismo, el atractivo de la oportunidad: era lo que más necesitaba un vigilante y lo único que se le proveía sin considerar gastos. Fuera de esto, con los sacudones de la vida se me han caído de la memoria algunos otros éxitos recordables. En cuanto a este fracaso en el escribir, se debe a esta rareza de no poder escribir seguido, sin pensar en nada. Si yo hubiera pensado antes de escribir, lo que no es tampoco oportuno, apenas se notaría. Mas el lector me descubre pensando mientras escribo. Nota estos intervalos de silencio y ya comprende que soy un pobre diablo -lo que sería preferible que no se advirtiera tan pronto- que un libro mío no podría transportar en su tapa ese retrato de autor, de un hombre cuya sonrisa lo revela un profesional de la felicidad, que tiene toda la gloria, todos los amoríos y el dinero llevaderos a su temperamento. ¡Qué caras seguras y felices las de esas tapas! Se comprende que lo saben todo y además ellas aportan este dato: que el libro tiene autor, contratiempo que yo creía sólo inevitable en las autobiografías; y que en éste el contento no merma por haberlo escrito. Su retrato y firma en el volumen atestiguan la extrema modestia de su estima personal; me desconcierta cómo algunos lo atribuyen a vanidad. Él a escrito para los lectores; lo avisa en el prefacio "Al lector"; no tiene la pretención de escribir para otros; por ello entendí que no se dirigía a mí y escapé... a un riesgo grande de indiscresión."


Fernández, M. (2001) [1941] Una novela que comienza. Barcelona: Sol 90, p. 20.