En la literatura y el imaginario popular, las cloacas siempre aparecen vinculadas a las representaciones del Inframundo. Criminales, conspiraciones, mutantes. Las cloacas, verdaderas entrañas de la ciudad, son los canales de lo expulsado, lo temido y lo negado por el sistema precario y tambaleante que llamamos Sociedad. Las heces se expelen y luego se ocultan bajo nuestros pies. Sólo se ocultan. Un inodoro averiado, una cañería en mal estado puede hacerlas emerger, como emergen tarde o temprano los traumas de la infancia.
Gran parte de los cultos occidentales afirman la existencia de un Inframundo, contrapartida negativa y sombría del Supramundo, que la religión católica identifica con el Cielo. El mundo subterráneo es siempre misterioso y maligno. Por alguna razón, los griegos y nosotros, vinculamos lo claro, lo que está delante y lo que está arriba con los valores positivos, y lo oscuro, lo que está detrás y lo que está debajo, con los valores negativos. Esta cadena puede ser causa o consecuencia de la ubicación espacial del Infierno en los mitos griegos y los cristianos. Territorios sombríos, cavernas, ciénagas. ¿Cómo llegar al Infierno? Es muy fácil. Camine hacia abajo. Puede hacerlo caminando o pecando, como usted prefiera.
El viaje al centro de la tierra imaginado por Julio Verne es sin duda mucho más fantástico e irrealizable que el viaje a la Luna, que también describió Verne y que se hizo realidad noventa y seis años después. Lava ardiente, duendes, animales desconocidos y fantásticos. Nada bueno puede provenir de tan monstruoso emprendimiento.
Aristóteles, en su descripción del cosmos, colocó a la Tierra en el centro del Universo (la teoría geocéntrica desestimada por Galileo y Copérnico). La tierra en el centro y todos los demás objetos celestes, incluido el Sol, girando en torno a ella.
Freud incluyó esta teoría en su listado de “heridas narcisistas” que sufrió el hombre a partir de descubrimientos científicos. Para Freud, el ego del hombre, autodenominado “rey de la creación”, fue herido al menos tres veces por la ciencia: la teoría de Copérnico, que revelaba que el Sol y no la Tierra era el centro del sistema, la teoría de la evolución de Darwin, aún discutida, que revelaba su origen animal; y su propia teoría del Inconciente, que destruía el Sujeto Pensante Dueño de sí mismo de la filosofía clásica, demostrando que el estado que llamamos Conciente está determinado por el Inconciente, terreno que nos pertenece porque forma parte de nosotros, pero donde no podemos ejercer dominio alguno.
Sin embargo, Aristóteles no era tan optimista con respecto a la raza humana y su destino, no era partidario del liderazgo cósmico del Hombre ni nada que se le pareciera. Un elemento no astronómico -sino metafísico- completaba su esquema. Un línea divisoria que coincidía con la órbita de la Luna, representaba la frontera entre la región supralunar e infralunar
En la región supralunar, en el espacio exterior al círculo formado por la órbita, encontramos el Universo ordenado, las estrellas, la pureza y acaso los dioses. Al interior del círculo, en la región infralunar estaban la Tierra y los hombres. Era el terreno de la imperfección, de la fatalidad, de la corrupción, reflejo distorsionado y decadente del firmamento y su esplendor.
Como vemos, para Aristóteles, la Tierra no era más que las cloacas del Universo.
Audio - Mundo Obra - 16 de marzo de 2009 - 4 minutos
Imagen: El Infierno, según Coppo di Marcovaldo