"Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo (...) Su propia identidad no es otra cosa que ese "sistema de interpretación", ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo persigue como un ataque contra su identidad, contra sí misma"

Cornelius Castoriadis (1988) Los dominios del hombre. Barcelona: Gedisa.


sábado, 20 de agosto de 2016

Mad Max: Hombre Nuevo

por Leandro González de León, para Guarnin!




Después de 30 años, George Miller retomó la saga que lo hizo famoso y a la que Mel Gibson debe todo. La reciente Mad Max: Fury Road se estrenó en mayo y ya suena entre los clásicos del cine, con una buena historia y un gran despliegue visual. Sin embargo, el aspecto más llamativo es su particular representación de la mujer.

A ningún espectador se le escapó el hecho de que no es Max (Tom Hardy) sino Furiosa (Charlize Theron) el personaje principal. En un futuro post-apocalíptico donde escasea el agua y el combustible, gobierna Immortan Joe, líder de un culto que secuestra mujeres, obsesionado por su descendencia. Furiosa desafía al villano liberando a sus jóvenes esposas -dos de ellas embarazadas- y escapando a Green Place, lo poco que queda de naturaleza en este mundo devastado. Desde la primera película, Max sufre por haber perdido a su mujer y a su hija, por no haber podido protegerlas desde su rol de esposo-padre. En esta nueva aventura, Max se recupera como héroe, pero no como protector: se une a las mujeres-guerreras en un vínculo de igualdad y cooperación. El resultado es notable, especialmente si la comparamos con Los Vengadores: Era de Ultrón, en la que Viuda Negra le dice a Hulk: “Yo también soy un monstruo, porque no puedo tener hijos”.

Sin explicaciones, sin alegatos, Mad Max: Fury Road nos persuade con pocas palabras y mucha acción. La igualdad no se pide: hay que conquistarla por los propios medios, que son -en este caso- machetes, cadenas y ametralladoras.