"Toda sociedad es un sistema de interpretación del mundo (...) Su propia identidad no es otra cosa que ese "sistema de interpretación", ese mundo que ella crea. Y esa es la razón por la cual la sociedad percibe como un peligro mortal todo ataque contra ese sistema de interpretación; lo persigue como un ataque contra su identidad, contra sí misma"

Cornelius Castoriadis (1988) Los dominios del hombre. Barcelona: Gedisa.


jueves, 18 de diciembre de 2008

La cadena alimenticia en el horario de protección al menor

por Leandro Gonzalez de Leon


Uno de los mayores problemas que presentan las películas infantiles protagonizadas por animales es la cuestión de la cadena alimenticia. La depredación, tan natural entre los animales y en el hombre, es intolerable para el espectador y debe ser narrada trágicamente o simplemente negada. En El Rey León, por ejemplo, sólo las hienas son vistas a la hora de la comida. La cercanía del animal al público, los rasgos humanos, complica al guionista, que se ve obligado a deshumanizar alguna otra especie para justificar la faena. Más o menos lo que hacen con los comunistas en las películas de la guerra fría.
En el caso de Madagascar, los peces no son presentados en los mismos términos que la cebra y el león, cuya muerte sería inconcebible. La muerte del protagonista es una posibilidad lejana, tanto por cuestiones de género (infantil) como de audiencia (los chicos, pero también la gran mayoría del público adulto ¿adulto? que no lo aceptaría). Ningún animal con nombre y con voz será deglutido frente a los niños.
Para los que no la vieron, Madagascar cuenta la historia de Alex y Marty, un león y una cebra que viven en el Zoológico de Nueva York. Alex es la estrella del lugar, disfruta de su popularidad y es condescendiente con el público (del zoológico y de la película). Una noche, Marty descubre que los pingüinos planean una fuga. La idea de la jungla y la vida salvaje lo entusiasma y decide escapar. Sus amigos lo siguen. En la isla de Madagascar conocen la jungla y la libertad. Pero inevitablemente deben enfrentarse a la realidad: deben conseguir la comida por sus propios medios. Los herbívoros (¿o vegetarianos?) resuelven el problema, pero Alex no sacia su hambre. El retorno al hábitat despierta sus instintos y empieza a ver a sus amigos como posibles presas. La tensión crece a medida que Alex se aproxima a Marty queriendo comerlo. Finalmente Alex domina sus instintos y sus amigos lo convencen de que coma pescado.
El dilema de Alex es cultural. La resolución de comer pescado es el triunfo del hombre sobre la bestia. El león renuncia a la caza y come pescado como un gato doméstico. Por fortuna, pasaron un par años desde Buscando a Nemo y los chicos pueden haberla olvidado.
Estas observaciones no son, por supuesto, originales. Una tarde de 1651, un cocinero, navegando en el Caribe, tuvo la misma idea:

“El barco pasó un banco de peces voladores que saltaban en la cresta de las olas como resplandecientes monedas de plata.
–Esos son los tesoros de los espectros perdidos en la mar –siguió contando el cocinero– (…) Es una lástima que algún marinero no haga un gran relato sobre eso.
Henry señaló una gran tortuga dormida en la superficie.
–¿Y cuál es la historia de las tortugas? –preguntó.
–Ninguna, no la tienen; sólo son comida. Y no es fácil que un hombre haga leyendas de lo que come.”


John Steinbeck
La Taza de Oro